lunes, 18 de julio de 2011

Calígine



Por: María Luisa Estévez
La Información


Santiago.- La novela de Carlos Pérez, es una detenida estación en la naturaleza femenina, en las relaciones de pareja, en la complejidad de un pueblo pequeño, y en una serie de factores socio-culturales, e intríngulis y misterios humanos; sobre todo, que tiene que ver con la psiquis de la emoción aplicada al amor.

En Calígine, tanto el personaje de Samuel Bentances, como el de su esposa Roquelin, son dignos casos de estudio y de análisis psicológico, ya que reflejan una amplia y profunda problemática o angustia existencial, cada uno por separado, y en conjunto.

Por demás, hay algo de Roquelin en cada mujer, y algo de todas las mujeres en este personaje Satán izado, y de alguna manera también reivindicado por Carlos Pérez; que como toda novela, cuestiona, expone, critica, y  al final conmueve, y mueve a una profunda reflexión, social, filosófica, mística y hasta esotérica.
 

Uno de los personajes principales, Roquelín fue una mujer - o ha sido- muy afortunada; amada profundamente, incomprendida; es absurda y valiente; independiente; y tiene derecho a ser tonta, -o ha tenido-. Se ha tomado el chance.

Es lo suficiente atrevida como para no abstenerse del llamado, -o los- de sus instintos legítimos, por lo menos humanamente; y que probablemente no tienen nada que ver con el amor a su esposo.

Ni Samuel, ni nadie, ha debido radicar su razón de ser en nadie, ni en nada. Ni en su mujer ni en la sociedad, que juzga y cuestiona pero no mantiene, y la que no le ha importado mucho a él para los fines de hacerse rico por medios también dudosos.

He aquí en donde nace o reside la temática del machismo, son los temas de faldas los que más socavan, aturden, confunden, e infunden miedo y sufrimiento en el hombre, ya  vengan de su mujer, su madre o su hermana.

A un hombre latino por ejemplo, no le atormenta que su hermana sea infeliz al lado de un cualquier tipo de marido; pero si la tildan de "cueruda"; ahí si que se convierte en un problema de moral para él.

Carlos Pérez mezcla temáticas literarias clásicas alusivas al tema, en la novela cabe todo; se presta para todo esto, aunque es poco usual, sin embargo, Carlos salva con hilaridad y buena hilván acción toda esta conjunción de temáticas.

En Calígines Carlos coquetea con la religión, la que tiene presa en un desmán de dudas y frustraciones observables en una intrínseca crítica y mordaz descalificación.

Cuál religión?  Aunque la sugiere, la sepulta en la generalidad del nombre, y la carga, no obstante, como su cruz; la cruz de Calígine, o de Samuel y Roquelín, los personajes centrales.

A través de los personajes, el autor en el texto no deja de proponer, indicar y sugerir lo que aconseja la religión, aunque los personajes le hagan como dicen "morsillas al diablo", como en la vida misma; oramos, sabemos, comulgamos, decimos...y pecamos.

Libre albedrío, o la voluntad de Dios que Samuel pusiera fin a su vida, una vida de placer, nostalgia, desengaño, engaños y traiciones.
 
Pero sobre todo, una vida que no había encontrado sentido y significado real, ni armonía y entonación con Dios.

Luego,  es una redacción descriptiva, analítica, impecable y visionaria, de imaginación prodigiosa y estilo personal. Calígine le asegura, o le augura un prolífico porvenir en la producción literaria y novelesca de Carlos Pérez como escritor.

La vida burguesa de los personajes a veces se presta para el aburrimiento, por aquello de que "la buena vida cansa y la mala aflige".

Lo que resalta el estilo de vida provinciano en comunidad de una familia desproporcionada, en lo civil -aparentemente el  marido era de mayor edad, y le proporcionó lujos que salen caros, como los viajes-, caro en todos los sentidos, no hay nada que le abra más los ojos a la mujer, le descuadre los sentidos y le desborde las ansias a una mujer que viajar a grandes urbes.

Esto las convierte automáticamente en una mujer inconforme e insatisfecha, con eso hay que tratar luego.

Roquelín tal vez fue una ramera, quizás no; “media virtud”, o poca. "Sacarle más vida a la naturaleza", había dicho Samuel,  a lo mejor  de eso se trataba para Roquelín.

Samuel  fue un hombre de estudio pero se dedicó a los negocios; un hombre de premio a la excelencia académica. Tendría entonces algún o algunos vacíos. A caso tendría el resquemor de no haber sido frívolo como ella, de no haber vivido, eso es responsabilidad de cada cual.

Contra la rigidez, si se quiere algo verdadero que contar, saber o sentir, no hay que sustraerse de nada; sino, llega la página en blanco, y no aparece para interpretar, más que lo de los demás, y eso anula al ser, y valida la continuidad del ser de aquel, a quien se le ha dado poder. No puede haber espacios vacíos, son ocupados, sin permiso.

"Los sueños son cosas del demonio", dijo Roquelín. Así que lo nuestro es cuestión de lógica,  lo que este más allá, está. Y es para eso, el más allá.

Por lo que Calígine de alguna manera plantea la necesidad de cuidar las atribuciones y poder que se le otorgan a los comentarios y a los pensamientos.
Claro también hay deidades, fantasías, e inventos, de eso se trata la novela como género literario.

A veces se pregunta el lector si sugiere también temas esotéricos, como premoniciones, fenómenos paranormales, imágenes aparecidas, seres ocultos y demás. Si es así pensando en lo infinito, y por si acaso, la historia va más allá de lo novelesco, existen situaciones e historias parecidas que son llevadas a la literatura.

La vida de Samuel estaba escrita, y lo estaban esperando. Total, sino gozaba lo suficiente aquí era porque estaba listo para pasar al siguiente nivel.

El Padre Loscar era un hombre que disfrutaba los más nobles placeres de la vida, la música, el vino, los humanos, y las humanas. Roquelín era muy humana, quizás no era generosa, aunque a su estilo, en lo carnal lo era.

Tenía algún dislocamiento o disfunción social con las reglas o patrones, con los moldes sociales; al parecer era de aspereza personal, ordinaridad de carácter y tosco roce.

Todo eso pudo venir, a parte de su inaplazable inconformidad y limitaciones a su demanda natural, ocasionado por traumas psicológicos producidos en tiempos tempranos de su infancia, y hasta quizás de vibraciones, registros de sus células desde el vientre materno, cuando pudo recibir algún engrama o trauma que le definiría por siempre la naturaleza de su ser.

Por eso todos somos así o asa, eso hay que apreciarlo en vez de condenarlo. Así que el que esté libre de pecado...nadie elige, aunque en cuestión de carácter y superación, puede modificar cada quien.

Al final, o en el ocaso, Roquelín queda como toda mujer que ha jugado mucho en asuntos mundanos, o que ha tenido una intensa vida sexual y emocional, enfrentada a una terrible soledad porque a éste mundo venimos y nos vamos solos y solas, y más vale que cuanto antes aprendamos a estar feliz con nuestra conciencia; y si no esperamos nada ni a nadie, mejor.

Como aquel que a hierro mata...navega en los mares infinitos de las dudas y sortea los brumosos,  y escabrosos montes del dolor, percibiendo el engaño y la traición por doquier, aunque la rival sea la meditación.

Al final, para este tiempo no queda mucho, más que la experiencia; y las pasiones refinadas y actuadas. De los bríos y efluvios no queda nada, y las palabras establecen los límites, sobre todo que se sigue esperando recibir ganancias de algún tipo, sino no hay motivo.

Aquí el autor le da un jirón al relato, y a Roquelín no le basta con el amor, o no sabe distinguir a donde ha ido a parar. El lector se sorprende con alguien reflejando la situación  de una mujer añorando los protagonistas de los mejores momentos, percibiendo el correteo del amor por pasillos ruinosos, viviendo de recuerdos. "El corazón de una mujer es un mar de secretos".

Del amor de Roquel
ín quedó poco, desapareció con el tiempo, la vida, la gente, las normas lo va limando y termina hecho polvo, no necesariamente la soledad es producto del arrepentimiento, seguro la dama sólo se arrepiente de lo que no ha vívido.

Ella prefirió ser besada a ser amada. No le impresionarían finalmente las cartas del intelectual. Quizás no la sorprendió, ni la engañó, ni la encantó. A lo mejor no le interesa comprender ni que la comprendan, por lo visto solo que la acepten. Así que en el dudoso caso de que el poeta sea sincero, y no se ande con cautela; puede correr la misma suerte de Samuel Betances.

Lo único capaz de superar la soledad de Roquelín es el amor de Dios. "La noche es más oscura cuando empieza a amanecer", y ella está despertando del sueño de la juventud.

Así de sujetiva, misteriosa y compleja es la vida y mentalidad de los personajes de Calígine, escabrosa y complicada es esta historia que cambia y sorprende, como el viento.

Y,  así de productiva, exitosa y brillante, puede ser la carrera de Carlos Pérez como escritor, a juzgar por su primera novela Calígine.
 

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